Los baobabs se suben al cajón
A pesar de que ya la semana previa a la carrera de Orense existían ciertos indicios que no propiciaban buenos augurios para el equipo baobab, una vez más ha sido el afán y el pundonor los factores clave que han guiado a este grupo de elegidos, esta vez si, a lo más alto del cajón.
En efecto, a pricipios de semana Nacho Alonso anunciaba su ausencia, pues debía acudir en representación del Club Baobab a un concierto-siesta que ofrecía Leonard Cohen en Londres. Esperamos que a estas horas Nacho se halla restablecido de la dureza del acto.
Santi Luaces hacía saltar todas las alarmas el viernes por la tarde al reaparecerle una antigua lesión muscular en un test improvisado realizado frente a la cervecería O Boo. Su gemelo izquierdo, que venía padeciendo una frostitis intrageminal en el funicular superior, cedía definitivamente en una leve carrera de 10 metros. Queda el atleta a la espera de un dictamen facultativo, pues el diagnóstico anterior se lo ha hecho él mismo con sus profundos conocimientos de medicina (no en vano estudió Derecho en Valladolid, a escasos 500 metros del Hospital Universitario). "Esperemos que todo quede en una polipedorris intramuscular y pueda estar en Lugo", declaraba el pucelano.
Y mientras tanto, no lejos de allí, otro miembro fundador baobab, al que vamos a denominar Nach. Lóp. (permítasenos, por la gravedad de lo acaecido, mantener su nombre en el anonimato), padecía compulsivamente el cargo de conciencia por la traición que estaba fraguando. Víctima, creemos, de la enfermedad que padece: la temible SWSB (Síndrome de Winston Spaten Beefeter) había decidido entregarse a una noche de frenesí sin lujuria, y a las tres de la madrugada ya se había gastado sus veintitantos euros en cañas y gin tonics y agotado el tabaco de los clientes de una conocida cervecería de La Coruña.
Dejemos atrás pues problemas de imsomnio, lesiones y bellaquería, y vayamos a la carrera.
Sobre un circuito absolutamente diabólico se desarrolló una carrera vertiginosa en la que el Jabalí de Breixo y Daniel, la Saeta de Samil, utilizaron como única estrategia la de correr como alma que lleva el diablo. Empezaron desde bien pronto adelantando a todo tipo de atletas, hispanos, moros, africanos, ancianos, jovenes y jóvenas... Nadie ni nada era respetado por los borceguíes de los dos baobabs. Llevaron este ritmo de película de cine mudo hasta la meta, donde un auténtico aluvión de aficionados los esperaban para llevarlos en volandas hasta el podium de los triunfadores.
Por si hubiera alguna duda, Daniel Nomdedeu y Javier Carral, aún no siendo especialistas en estas distancias tan cortas (de hecho son, junto con Marcos Seijo, los únicos baobabs que han confirmado su presencia en la prestigiosa Maratón de Estocolmo) acabaron de destrozar el cronógrafo que Nacho López creía averiado el año anterior: 0:42 para Daniel y 0:49 para Javier.
Pero... ¿qué hacían mientras tanto los otros baobabs?. Santi Luaces vigilaba anhelante su teléfono a la espera de noticias; el propio Leonard Cohen despertaba a Nacho Alonso y a su mujer media hora después de finalizar el concierto (ya se habían ido lo otros quince espectadores), mientras que Marcos se afanaba en recoger la plastilina y los mandilones. ¿Y qué fue de nuestro misterioso Nach. Lóp.?. Pues este pequeño judas aun se regocijaba en determinados capítulos de su barriobajera hazaña. No nos extranaría verle, a no tardar, en la calle Real con rastas aporreando una guitarra a cambio de unas pocas monedas con las que pegarle al vicio.
Creemos urgente celebrar una reunión del Comité de Etica (en cualquier restaurante homologado), al fin de, haciendo gala de nuestro conocido sentido de la mesura, intentar recuperar a esta pobre oveja baobab descarriada.
Buenos días.
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